miércoles, 15 de mayo de 2019

Orlando Romero 'Romerito'


El 15 de setiembre de 1983 fue la fecha en que estuvimos cerca de tocar el cielo con los guantes. Lamentablemente la suerte nos fue esquiva.

En New York, el Madison Square Garden estuvo abarrotado de gente ya que se disputaba el título del campeonato mundial ligero. En ese momento, el campeón defensor del título era el descendiente de italianos, Ray Mancini, apodado ‘Boom Boom’ y el retador, el peruano Orlando Romero ‘Romerito’, un fajador de aquellos y que tenía a todo el Perú a la expectativa de ésta pelea.





Parecía que estábamos en la Bombonera del viejo Estadio Nacional ya que el aliento hacia el peruano era incesante. Recordemos que por aquellas épocas la gente emigraba a otros países, uno por la economía inestable que azotaba nuestro país y otro por el terrorismo que estaba en su nivel más alto.
En ese momento contaba con 7 años, pero como aficionado al boxeo estaba muy emocionado de ver a Romero dentro del cuadrilátero disputando un título mundial. Veía a vecinos que llegaban a la casa con cajas de cerveza, obviamente mis tíos los dejaban ingresar.

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Cuando entonaron las notas del Himno Nacional todos nos pusimos de pie, vi muchas lágrimas; en ese momento entendí el sentimiento hacia la Patria.

Inicio de la contienda, primer asalto, nada de estudio, los dos fueron al golpe por golpe, no como las peleas de ahora que deben de transcurrir tres rounds para comenzar a fajarse.
Ambos zurdos, de fuerte pegada, se conectaban cruzados que impactaban en las mandíbulas, pero tenían buena asimilación. El trujillano no se amilanaba ante el campeón, iba al frente sin ningún complejo, llevaba el ritmo de la pelea. Mancini aplicaba jabs, ganchos y eso hacía más fuerte a Romero que por cada golpe recibido, conectaba dos.

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En casa, la gente grande ya no sabía qué hacer, todos estaban eufóricos, muchos comentaban que ésta pelea nos las llevábamos y que después de Mauro Mina no había otro boxeador como Romero.
Hasta donde yo recuerdo, antes de Romero hablaban mucho de Fernando Rocco y que también era un gran fajador, pero no pasó de campeonatos sudamericanos.

Volviendo a la pelea, escuchábamos lo que comentaban Kike Pérez y Eduardo San Román -quienes habían viajado a transmitir la velada boxística- en donde mencionaban que Romero estaba por delante en las tarjetas de los jueces y que si seguía a ese ritmo íbamos a tener por primera vez un campeón mundial.

El trámite seguía siendo el mismo, transcurría el sexto asalto y sus rostros estaban muy magullados. Mancini tenía el pómulo derecho totalmente hinchado y Romero la ceja derecha ensangrentada.
Noveno asalto, quedaba poco para terminar el fatídico round de la pelea pactada a diez. Cruce de golpes, Mancini que conecta al peruano con un cruzado de izquierda, éste tambalea, otra vez el campeón aprovecha un descuido y lo cruza con un zurdazo, el trujillano que cae a la lona impactando fuertemente la cabeza con el piso del ring.



Conteo hasta diez y Romero no se levantó más. Toda la euforia que vivíamos se esfumó, hubo lágrimas, pero ésta vez de tristeza.
Así es el box, como la vida misma, a veces puedes estar arriba, pero si te descuidas puedes terminar en el fondo.

Después de esa pelea ya no seguí la carrera de Romero, creo que tampoco llegó a disputar peleas a nivel internacional.
Siempre se le recordará por todo lo que nos hizo vibrar aquella noche.

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